Al destino no se le puede escapar
Resumen: Adonis fue sacado de Japon para salvarlo, atras quedo Zetsu el valiente hermano mayor que se sacrifico por el pequeño ciego, convirtiendose en el amante de Kantaro. Pero ahora Adonis a vuelto a Japon para salvar a su hermano, pero el destino es el destino y con quien primero tropiesa al llegar a Japon es con aquel por el cual lo alejaron de su tierra, Iori.
Capítulo 1: Caminos Cruzados Adonis era un joven que le hacía verdadero honor a su nombre.
Era hermoso, de cabellos rubios hasta la parte superior de los hombros, eran delicados y suaves rizos, piel pálida y suave; no era muy alto, apenas un metro sesenta debía de medir, y sus ojos sus preciosos ojos eran violetas, pero sin vida. Sí, sin vida, Adonis era ciego.
Adonis era hijo de un rico empresario japonés. Su padre, Shougo Hitani, era un rico empresario que se movía en el bajo mundo de la mafia, y su madre, Isobel Petronades, era una hermosa mujer inglesa.
Su padre se había enamorado de su madre e Isobel lo había rechazado, pero a un yakuza no se le rechazaba, así que Shougo la había secuestrado y obligado a casar con él. Al parecer el tiempo los hizo amarse o simplemente acostumbrarse.
Y entonces, su madre quedó embarazada de su primer hijo, Zetsu, un precioso niño que era una copia exacta de Shougo, cabello negro lacio, piel pálida, ojos rasgados pero verdes como los de la misma Isobel.
Apenas cinco años después llegó él. Desde que su madre quedó embarazada, las pruebas arrojaron que aquel bebé era un varoncito fértil. En aquel entonces Shougo estaba metido en problemas, así que no dudó ni un sólo momento en hacer lo que más le convenía.
Le ofreció su hijo por nacer y fértil, en matrimonio para cuando este cumpliera los quince años, al gran jefe de los Yakuzas para su hijo, un pequeño de siete años llamado Iori, y que se decía que era un mismísimo demonio como su padre, el gran Kantaro Yagami.
Kantaro serio le dijo que no, así que resignado Shougo ofreció al niño como amante para Iori cuando este cumpliera los quince años. Kantaro se lo pensó apenas unos minutos, pero aceptó; Shougo era muy guapo y su esposa Isobel, una hermosa y angelical rubia, lo era aún más, así que sin duda aquel bebé sería una belleza.
El bebé nació y fue llamado y registrado como Adonis por su madre, antes de que Shougo, quien había estado de viaje, llegara al país y pudiera opinar.
Pero apenas llevaba el bebé unas horas de nacido cuando los médicos lo descubrieron. Adonis había nacido ciego, por problemas y mal manejo de los médicos a la hora del parto. Aquellos ojitos violetas, como los de todos los bebés, nacieron sin luz y jamás cambiaron su color.
Temeroso de que Kantaro rompiera su sociedad, pues aún estaban en problemas económicos, Shougo ocultó el detalle; de momento, ya cuando tuviera el dinero para pagarle a Kantaro le diría y le reembolsaría el dinero prestado.
Adonis era consentido grandemente por Isobel y por Zetsu, su hermanito mayor. Y a pesar de que era un niño ciego y sus ojitos violetas carecían de vida, era muy inteligente.
Sabía distinguir casi todos los sonidos y los olores.
Cuando Adonis cumplió cinco años y por ende Zetsu cumplió los diez años, Isobel descubrió el cruel trato que había hecho Shougo sobre su hijo menor para salvar la fortuna de la familia. Así que decidida guardó silencio y preparó su huida con sus hijos.
Le tomó tiempo hacerlo, pero cuando Zetsu cumplió once años y Adonis seis, todo estuvo listo. Con apenas una mochila pequeña con ropa de sus hijos y de ella, y muchísimo dinero en su bolsillo, emprendió la huida. Pero fue descubierta y las alarmas empezaron a sonar en toda la gran mansión Hitani.
Zetsu también un niño muy inteligente para su edad, miró a su madre.
- Deben huir madre, pero alguien debe quedar atrás para entretener a padre o nos encontrará a los tres.
Isobel asintió.
- Lo sé - Dijo entregándole a su hijo mayor la manita de su hermano menor - Yo me quedaré, en Grecia os recibirá mi hermano. - Pero Zetsu no aceptó la manita de Adonis, y dándole un beso en la frente lo empujó hacia su madre.
- Yo me quedaré madre, ahora salva a Adonis y háblale de mí y dile que lo quiero.
El pre-adolescente se dio la vuelta y corrió hacia la casa. Los ojos de Isobel se llenaron de lágrimas, pero tomando a su hijo pequeño en brazos corrió hasta donde la esperaba un coche que la llevó a una pista clandestina, y de ahí partió hacia Grecia, un lugar donde jamás Shougo Hitani la buscaría.
Durante cuatro años más, Hitani pudo ocultar a Kantaro la huida de su hijo y de su esposa. Pero cuando Zetsu cumplió los quince años, Kantaro lo descubrió todo.
Descubrió que el bello Adonis, de quien sólo había visto foto, no estaba en un colegio inglés con su madre y que Shougo no tenía ni idea de dónde estaban ambos, y que para colmo, aquel precioso niño había nacido ciego.
Él mismo fue con sus hombres aquella sorpresiva noche a la mansión Hitani a vengarse y matar a Shougo y a su hijo mayor Zetsu, quienes los informes indicaba que a sus quince años vivía con su padre.
***
Zetsu oyó un escándalo en la parte baja de su casa y se despertó alarmado, tomó su arma automática de debajo de su almohada, y le quitó el seguro. Se levantó con sólo el pantalón de su pijama, que era negro, sus pies estaban descalzos, sus ojos, de un extraño color para un japonés, verde, estaban en guardia, y sus cabellos eran negros como la noche. Era joven, pero aún así poseía un cuerpo esbelto y elegante, y los rasgos de su rostro eran hasta cierto punto andróginos.
Bajó y se encontró con un tremendo tiroteo en la planta baja de su casa, casi toda la guardia Hitani estaba muerta, por unos extraños hombres vestidos de negro, con un desconocido emblema plateado en el hombro izquierdo, una especie de rosa cubierta por un fuego rojo.
Vio a su padre peleando con tres hombres, los cuatro armados con katana. No dudó en levantar su pistola y disparar con una puntería letal. Asimismo usó todas las balas de su pistola hasta que se quedó sin ellas, y tomando una katana que había perdido uno de esos hombres con aspecto de samurai, empezó a pelear, cortando gargantas y miembros por igual, hasta que llegó junto a su padre, y espalda contra espalda lucharon.
- ¿Quiénes son?
Le preguntó Zetsu a su padre.
- Los Yagami.
Respondió Shougo.
- Te dije que nunca debiste de hacer la locura que hiciste al engañar a esa gente.
Dijo Zetsu serenamente, matando a dos con un certero tajo circular de su katana cercenándole las gargantas.
Los dos Hitani peleaban con todo, pero pronto no quedó ni un sólo hombre de la guardia Hitani con vida, y los Yagami eran muchos. Pronto fueron sometidos.
Shougo, que tenía una bala en su pierna y que había perdido mucha sangre, ya no luchaba, pero Zetsu, quien parecía tan fresco como si acabara de llegar al combate, se debatía como una fiera, lanzando mordiscos, patadas y puños, hasta que entre cinco lo sometieron.
Entonces a la mansión entró un impresionante hombre de cabellos y ojos negros. De rodillas en el suelo, donde lo tenían sometido aquellos cinco hombres, Zetsu levantó sus ojos verdes y miró directamente a aquel hombre recién llegado, y que era obviamente el líder de los Yagami.
Al ver aquellos hermosos y desafiantes ojos verdes, que a pesar de saber que iban a morir no tenían miedo y lo desafiaban, Kantaro Yagami quedó sin aliento, y supo que aquel niño de quince años sería suyo, completa y absolutamente suyo.
- Mátenlo.
Indicó señalando a Shougo con un gesto de su cabeza. Shougo miró a su hijo en despedida.
- No, padre.
Gritó Zetsu, pero fue muy tarde, el gatillo había sido jalado y la cabeza de su padre perforada por un certero tiro.
Zetsu se desplomó en los brazos de sus captores sin luchar más, dejando que fuera lo que el cielo quisiera de él, total, estaba seguro de que moriría.
Sintió unos pasos detenerse frente a él, no le importó, siguió mirando al suelo; su largo cabello negro cubría su rostro y él lo agradecía, pues no quería que nadie viera sus lágrimas.
Shougo había cometido muchos errores y no era el mejor padre en el mundo, sus errores lo habían separado de su madre y de su precioso hermano pequeño, pero aún así, Shougo era su padre y él lo amaba como tal.
Pero la persona que se había puesto frente a él, se inclinó y tomando su barbilla con las manos lo hizo levantar la cabeza y le retiró el negro cabello que llegaba hasta casi la cintura del agraciado y en ese momento triste rostro.
Era el mismo Kantaro Yagami. Verde y negro se volvieron a mirar fijamente.
- Mío - Sonrió maquiavélicamente el hombre.
Zetsu no supo por qué pero se estremeció por primera vez con verdadero miedo.
- No temo a la muerte.
Dijo orgulloso y altivo. Kantaro sonrió de medio lado.
- Tú no morirás. Tu padre ofreció un amante fértil para mi hijo, pero ese amante huyó así que tú tomarás su lugar, pero en mi cama, no en la de mi hijo.
Zetsu jadeó asombrado.
- Jamás.
Fue todo lo que pudo decir. Kantaro levantó la mano y lo abofeteó, la cabeza de Zetsu giró y el muchacho sintió cómo su mejilla picaba y quemaba.
- No tienes opción. Tráiganlo.
- No - Gritó Zetsu, debatiéndose como una fiera para evitar que lo arrastraran.
En eso llegaron hombres subiendo del área que era el sótano de la casa, y con ellos arrastraban a las mujeres que al comienzo del tiroteo se habían ocultado. Todas mujeres o niñas del servicio.
- Bien - Dijo Kantaro maliciosamente. - Ya que el joven aquí es tan orgulloso - Dijo volteándose a ver a las mujeres - Ustedes chicos podrán divertirse con estas hermosas mujeres de la mansión Hitani. - Le dijo el hombre a sus guardias. Los hombres lanzaron gritos de júbilo y se lanzaron contra las mujeres, menos dos gigantescos hombres que sostenían a Zetsu.
Se abalanzaron sobre las mujeres como verdaderos salvajes. Las mujeres gritaron asustadas y aterradas. Zetsu reaccionó y soltándose de los hombres que lo sostenían y que tenían la guardia baja se arrodilló frente a Kantaro bajando su rostro.
- Haré lo que quiera, por favor, pero deje a las mujeres.
Rogó Zetsu. Kantaro se agachó ligeramente y tomándolo de la barbilla lo hizo mirarlo a los ojos.
- Ya es muy tarde para eso, Zetsu, esto te servirá de lección, pequeño Hitani. Pero si aceptas, puedo hacer que las niñas se salven y sean intocables, ¿qué dices?
Zetsu miró a las niñas que eran las más aterradas que estaban y a varias mujeres que con la mirada, echadas en el suelo por los hombres que las ultrajaban, rogaban por que él aceptara. Zetsu volvió a mirar a Kantaro y la mano que le extendía. De sus hermosos ojos verdes salió una lágrima mientras bajaba la cabeza derrotado, y ponía su mano sobre la que el otro le tendía.
Kantaro lo jaló hacia él haciéndolo levantarse y chocar con su cuerpo. Le rodeó con un brazo la cintura, mientras con otro le tomaba la barbilla y levantándolo del suelo, lo besaba. Zetsu mantenía sus derrotados ojos cerrados y se dejaba hacer mansamente. Cuando Kantaro rompió el beso, apretó su cabeza contra su pecho.
- Te odio.
Le susurró Zetsu. Kantaro sonrió por eso.
- Las niñas son intocables.
Advirtió a sus hombres. Estos no les importó, estaban muy entretenidos con las mujeres y las niñas les daban igual.
Fue así como Zetsu se convirtió en el intocable amante de Kantaro Yagami, el líder de los Yakuza.