No pudo evitar sonreirse al darse cuenta de que el menor finalmente había ido cediendo progresivamente a su capricho, aunque lo motivara el deseo que la droga le provocaba, a él no le importaba, solo pensaba en su placer y con el otro correspondiera como deseaba, se daba por satisfecho.
Su mano continuó masturbandole, la otra se posó en su cintura, para mantenerle el ritmo mientras sus labios se sumergían de nuevo en los del delicioso cirquero. El chico era una muy disfrutable tentación. Esperaba no aburrirse de él pronto, porque realmente se estaba divirtiendo con su cuerpo sinuoso y aquella actitud virginal a pesar de que no lo era.