Cansado y frustrado de solo observar los pasteles, comenzó a fisgonear alrededor de la repostería, encontrando al final la puerta trasera por donde metian la mercancía, debía estar cerca de la cocina, porque de allí provenía ese aroma tan agradable. Se asomó a esta y descubrió a un muchacho que trabajaba con una enorme sonrisa, sacando un par de bandejas con galletas del horno. Todo olía tan bien que se le hacía agua la boca. Si tan solo pudiera tomar un poco y luego huir...
Observó fijamente al muchacho castaño, esperando a que se distrajera, y en cuanto lo hizo se coló al interior de aquella cocina, buscando alguna cosa que comer, procurando no hacer ruido para que el chico no lo descubriese o se metería en un enorme problema.